
Durante años, en reuniones o conversaciones con clientas, escuché una y otra vez la misma frase: «No aumento mis precios porque tengo miedo de perder clientes, de que dejen de comprarme o de que la competencia gane más que yo».
La realidad es que esto no es así. Antes de seguir leyendo este post, quiero que sepas que aquí el síndrome de la impostora juega un papel clave. Es un miedo con el que todas, en algún momento, hemos lidiado y que, aunque lo superemos, suele regresar a medida que enfrentamos nuevos desafíos en la vida.
Lo primero que debemos tener claro es que valernos a nosotras mismas es fundamental. Vendemos lo que sabemos, y lo que no sabemos, podemos aprenderlo.
Cuando escuchaba a estas mujeres decir que no querían aumentar sus precios por miedo, pero al mismo tiempo se quejaban (en el buen sentido) de no poder invertir en herramientas, aplicaciones, materiales o insumos, entendí que ninguna se daba cuenta de lo más importante: necesitaban ordenar sus números. Y más aún en un país como Argentina, donde la inflación es constante.
Con el tiempo, dejé de sorprenderme porque, en cada historia, encontraba distintos niveles del síndrome de la impostora. Algunas estaban avanzando, mejorando, superándolo poco a poco, pero ninguna se sentía completamente confiada en sí misma como para decir «basta, de ahora en más sigo adelante con seguridad y confianza».
Y no las culpo. Porque muchas veces no nos damos cuenta de lo que nos está pasando. En varias de esas conversaciones, me encontré diciendo: «Pará un momento, frenemos y evaluemos lo que te está pasando».
Tuve cientos de charlas con mujeres sobre este tema y siempre creí que estos eran síntomas iniciales del síndrome de la impostora. Por supuesto, hay niveles más profundos que requieren un trabajo más largo, pero lo importante es que, con pequeñas conversaciones, disparadores o simples consejos, muchas de ellas comenzaron a mejorar.
Hoy en día, el síndrome de la impostora sigue presente. No voy a mentir ni endulzar la realidad. Pero si alguna de esas mujeres con las que hablé está leyendo esto, quiero que sepa que este mensaje es para ella. Que sigo acá. Que puedo ayudarla. Que sigo creando contenido para que puedan liberarse, crecer y desarrollarse tanto personal como profesionalmente.
Porque no importa si sos emprendedora, empresaria o trabajás en relación de dependencia: siempre hay una manera de escalar, mejorar y negociar mejor tu valor.
Y algo que quiero que recuerdes siempre: nunca nos vamos a librar completamente del síndrome de la impostora. Dependiendo del entorno, la exigencia y los desafíos que enfrentemos, irá y vendrá. A veces será leve, y otras nos querrá hundir, haciéndonos creer que no podemos, que no lo merecemos, que no somos capaces. Pero cuanto más fuerte sea ese miedo, más importante es el desafío que tenés por delante.
Por eso, dale, mujer. Dale con todo. Vos podés.
Lo importante es que te mantengas en movimiento y no dejes de hacer lo que querés hacer. Que sigas cumpliendo tus sueños o, al menos, sigas soñándolos. Los resultados van a llegar: a algunas más rápido, a otras más lento, pero van a llegar.
Trazá tu mapa. Creá tus reglas. Sentite libre. Sentite poderosa. Porque lo sos.
Espero que este mensaje te haya alegrado el momento, te haya hecho reflexionar y, si te sentiste identificada, lo compartas.